A ti mujer, que una tarde conociste a un joven corpulento (o no), de nariz achatada pero de increíble timidez que, con su arrolladora ternura supo ganar tu inexperto y romántico corazón con el relato de gigantes cíclopes y viriles batallas, desarrolladas invariablemente los fines de semana.
Al principio no entendías nada, pero el brillo de sus ojos cuando relataba sus historias, sus gestos, esa ilusión que transmitía, te fue ganando y porque no decirlo. Te encantaba como hacia el payaso para cortejarte.
A ti mujer, que seguramente caíste en la sutil trampa e inocentemente entraste en ese extraño mundo de palabras raras; que comprobaste, no sin tristeza que las románticas batallas de los relatos eran en campos lejanos, desolados, e inhóspitos.
Viste como tu guerrero y sus compañeros de combate o de juegos, eran inclaudicables y ni el viento más frío ni la lluvia más intensa los detenía. Ellos seguían en esa loca carrera detrás de ese objeto extraño, de más extraña forma, con una enjundia verdaderamente encomiable, mientras tu siempre en la gradas soportabas todo estoicamente sintiendo en tus carnes, como tuyos, los golpes que el recibía, mientras cámara en mano le sacabas esa instantánea que el luego colgaría orgulloso en la pared.
A ti mujer que luego te casaste (o no) y entendiste que la pasión de tu héroe no se circunscribía a los fines de semana, sino que para las batallas se entrenaba dos o tres veces por semana y luego traía amigos a casa, gente de aspecto normal, con la que te sentías protegida ante tanto forzudo que te vaciaba el frigorífico y se tomaban hasta el pulso hablando irremediablemente del mismo tema de siempre, del que a estas alturas eras toda una experta, quien lo diría verdad?.
A ti, mujer que veías como alardeaban entre risas y bromas de sus heridas ganadas en el campo, mientras tu en la intimidad a escondidas veías como él se quejaba del dolor en silencio por no preocuparte (que iluso intentar esconderte a ti las llaves de sus secretos).
A ti, mujer que un día escuchaste la tan ansiada frase "no juego más", mientras doblaba su camiseta y la guardaba en el armario y entre lagrimas reprimidas dejaba en un oscuro rincón del armario sus gastadas botas. Y te sentiste embriagada por un dulce e intenso sonar de campanas de felicidad en tu hermosa cabecita de pobre ilusa. Tontuela, pensaste que todo cambiaría. Pero al llegar el fin de semana de un buen día viste atónita que partía nuevamente. Ahora era árbitro o entrenador de alguna olvidada división en campos aún más lejanos.
A ti, mujer que con lo relatado no termina tu "Via Crusis", porque tu héroe y la vida se encargaron de darte hijos y hoy te vemos con tu pequeño guerrero, versión mejorada, porque es más tirano que el anterior y ni siquiera te permite la esperanza del divorcio, con tus hermosos ojos llenos de sueño, a horarios insólitos e inhumanos, siempre en la grada de la cancha perdiendo la poca dignidad que te restaba, desgañitándote como una posesa y con la boca y el corazón llenos del nombre del pequeño valiente que corre alegremente por la cancha siempre detrás de ese objeto ovoide que ha marcado tu vida.
A ti, mujer del rugby, quiero y queremos rendirte nuestro humilde pero sentido homenaje y pedirte que no nos dejes... porque sin ti, sin ti no somos nada.
RUGBY SANTANDER le desea a todas las madres ligadas al Rugby un Feliz Dia
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